Madre-femenino símbolo de vida

En la teoría del feminismo de la diferencia, se plantea la creación de una simbología diferente a la patriarcal, retomando el símbolo de la madre como el lugar de origen, ese origen es un símbolo que significa portadora de vida. Por ejemplo, Luce Irigaray, habla de “lo femenino, como lo des-centrado del discurso predominante de la razón dominante (orden logo-falo-céntrico). Es decir, que, siendo portadoras del poder simbólico de la madre: vida, eros, expansión, ternura, delicadeza en la relación; escapamos del poder dominante. Porque se preservan los poderes de la vida cálida, del arte de vivir.
Irigaray, sostiene que las mujeres poseen un magnetismo distinto al masculino. Además, la corporeidad, dice Irigaray, es distinta a la masculina, por ejemplo, los líquidos de la mujer son particularidades diferentes, que la llevan a vivir la sexualidad completamente diferente al varón. Se sabe que la lubricación en el acto sexual constituye una diferencia enorme, a la hora de desear, sin la cual, no es posible una buena relación sexual. La morfología de la mujer, la lleva a contemplar el mundo de forma distinta.
Además, pienso que las hormonas actúan en su cerebro de manera distinta. Por ejemplo, la oxitocina en la madre la lleva a tener un vínculo muy poderoso con el bebé. Las hormonas en la menstruación vuelven a la mujer más sensible y es capaz de adentrarse en sí misma de forma profunda. Las hormonas, tienen efectos en los neurotransmisores, transmiten información a las neuronas y por ello afectan el comportamiento.
Estas diferencias, se han visto en la cultura patriarcal como algo inferior y ha llevado a devaluar lo femenino, pues el comportamiento de la mujer por su propia corporeidad, que la hace sentir de otro modo, y, entonces, esa actitud más sensible, señala Irigaray, que el patriarcado devalúa el ser de la mujer y la codifica como una temperamental, que es incomprensible, perturbada, y es que la lógica del patriarcado es a la que le parece “loca”, dice Irigaray, la cultura patriarcal interpreta con cuadrículas ya preparadas demeritando lo femenino.
Irigaray plantea que se tiene que desvelar el ser femenino, reconociendo la fuerza de la madre, como la que alumbra, y pienso que estas cualidades, habría que reconocerlas como ontológicas del ser mujer.
Hablar de la madre, es concebirla con significados reivindicativos, asumiendo la madre como origen, como dadora de vida, representa, no solo un símbolo, sino una realidad, ella es la que gesta y da a luz, amamanta y por ello conserva la vida, la expande.
Los primeros años de vida del bebe, el vínculo con la madre es más fuerte que con el padre, pues la gestación generó un vínculo que es poderoso y sagrado. Además, la hormona de oxitocina que se desarrolla en el alumbramiento hace su vínculo muy poderoso.
El feminismo radical y la ideología de género no han permitido profundizar en este vínculo, porque al querer hacer de la maternidad, un aspecto que carece de libertad, porque está vinculado a lo biológico, y por eso no puede la mujer ser libre, está atada, eso ha llevado a que nadie o casi no hay discurso de la madre, ya que se considera que reivindicar a la madre es parte de la ideología patriarcal.
Entonces cabe la pregunta, ¿por qué considerar negativo la labor de la madre, como si ese cuidado fuera despreciable, carente de poder?
Es decir, tanto el feminismo radical y la ideología de género devalúan el trabajo femenino de la madre, de la misma manera que el sistema patriarcal, ambos la rechazan por concebirlo como algo meramente biológico.
Sin embargo, la filósofa del feminismo de la diferencia Luisa Muraro, plantea que hay que saber amar a la madre, eso le dará poder, y ese poder para Muraro es la posibilidad de la libertad de las mujeres.
Esta libertad es posible también, porque desde la autoridad femenina, la mujer se coloca fuera de la lógica-falo-céntrica, la mujer al reconocer el poder de la madre deja de estar atrapada en la lógica masculina.
El mundo de la madre y su autoridad está cercana a los ritmos de la naturaleza, ya que la mujer tiene una biología que la vincula con los ritmos de la vida más armónicos con la naturaleza, pues, por ejemplo, su menstruación es rítmica, acompasada con los ciclos de la luna, en este sentido, su psique intuitivamente sabe estar más calmada, si se acopla a sus ritmos lunares.
Pero las mujeres modernas, se colocan en los ritmos acelerados de la industria y actividades profesionistas, lo cual, las desconecta de su naturaleza intuitiva. Así existe un reto, si se acepta el poder de lo femenino, que consistiría en realizar labores productivas, en modo femenino. Creando nuevas formas de ser en la construcción de obras y de bienes, de cultura y de arte.
Se dirá que concebir así a la mujer, es patriarcal, porque sigue encerrando a las mujeres en los tiempos y actividades de madre, que ha significado sometimiento de las mujeres.
Sin embargo, para asumir realmente la autoridad de las mujeres, hay que concebirlas desde el poder vital que poseen. La madre también es símbolo de cuidado amoroso al otro.
Sin embargo, a muchas mentes modernas les causa problemas el tema del cuidado ético femenino. Este implica, atención de muchos detalles en el ánimo del otro. Permite cuidar el esmerado y complejo tema del alimento saludable de la familia. Significa ofrecer un espacio amigable y cariñoso en el hogar. Si se quieren mirar estas actitudes como hechos que el patriarcado impone; pregunto ¿la ética de cuidar amorosamente a alguien de la familia se debe al dominio patriarcal? ¿La madre no actúa por amor del más puro que existe? (los casos patológicos son otro tema)
¿Si un hijo llega con su madre o con su hermana a platicarle íntimos secretos, esto se puede llamar dominio patriarcal, que impone la escucha?
Y si la ideología de género rechaza el cuidado del hogar por la madre ¿quién cuidará de los miembros de la familia? ¿Empleadas domésticas? ¿Nanas? Sin embargo, las empleadas, no ofrecen la misma calidad de cuidados que la madre amorosa, siempre y que haya elegido la maternidad por voluntad propia.

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